Hace tiempo...

Nos bajamos de la bicicleta para comer algo. Aún llovía, pero eso había pasado a formar parte de nuestro viaje. Cualquier cosa que sucediera era mágica, nada podía estropear ningún momento. Jany y Bader se cogen de la mano. Son de esas relaciones que tienen marcado un principio y un final ya desde el primer beso. Alguien propone entrar en un Coffe Shop; todos estamos bastante cansados y accedemos. El olor a marihuana lo tengo en el pelo, en la ropa y casi creo que lo respiro en las calles, pero eso sé que son cosas mías, como tantas otras...
Escogemos la mesa redonda, pedimos y miro sus caras. Sé que esa tarde será la última; por una parte estoy contenta, tengo ganas de volver a mi casa y empezar mi otra vida. Por otra parte pienso que cierro una etapa y esa gente seguirá con su vida, lejos de mi, que irrevocablemente todo se termina. Paul fuma y sonrie mientras habla con Jany, bromea con ella sobre si llorará al despedirnos. Jany, mi niña llorona...tan dulce...con esa cara de muñeca... Paul, “el jefe” de la tribu, tan grande, tan bueno, tan “hermano mayor”. Isa habla de lo que más le ha gustado en esta ciudad y busca mi mirada. Sin pensarlo la abrazo y le doy un beso, ella apoya la cabeza en mi hombro por unos instantes y sigue hablando animadamente con Simon. Poco a poco nos vamos quitando abrigos, gorros, bufandas y entrando en calor. Me duelen las piernas, estoy desentrenada como para andar en bicicleta durante tanto rato. Que locura, entre los peatones, los tranvías, las bicis.... “¿Verdad?” – me grita Paul de repente.... Y respondo... “claro....” – él ya sabe que no estoy allí...
Una cerveza y otra, otro cigarro y otro, risas, abrazos, besos, los últimos... Fotos, complicidad. Simon juega con una servilleta de papel; nunca he conocido un chico tan nervioso como este. Bader da caladas larguísimas a su cigarro de marihuana. Y el tiempo sigue pasando....seguirá pasando en esta ciudad, en la mia y en la de todos ellos...